jueves, 24 de abril de 2008



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Los celtas, y en particular los druidas poseían un antiguo alfabeto, utilizado por los bardos, en el que cada letra representaba un arbol, un pájaro y un color.

Asociaron cada árbol con una época del año y usaron un horóscopo compuesto de 21 árboles

Muad'Dib
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- What do you call the mouse shadow on the second moon?
- We call that one, Muad'Dib

Dune - Frank Herbert

Torre del fantasma (ghosts story)
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Era una fría y gris tarde de julio. El cielo amenazaba con tormentas y un fuerte viento lo pregonaba agitando los árboles. Carlos miraba por la ventana. Una copa de coñac descansaba en su mano derecha y un vacío poblaba su mente: había perdido la memoria. Afuera la calle estaba desierta. Los árboles eran excitados por la música que es preludio de la lluvia; y las casas, ostentosas y bellas, parecían muertas, rodeadas por un halo gris. Un auto pasó rugiendo y un chico corría, asustado por algo.
Las preguntas burbujeaban en el cerebro de Carlos. Parecía un recién nacido y solo entendía lo que lo rodeaba por instinto, o quizás por una inteligencia subyacente, un sentido que yacía en lo hondo de su alma ¿Quién-o qué-era? ¿Qué hacía ahí? ¿Qué era lo que sostenían sus dedos?
Dejó el mundo gris de la ventana y recorrió con los ojos la habitación. Un hogar encendido llameaba en una pared, con su lento crepitar. En los restantes muros, unas bibliotecas de gastados tomos indicaban-no para él-cierta petulancia intelectual del dueño. Una alfombra persa cubría todo el piso; una mesa de cedro, tres sillones de pana azul y un perchero completaban la habitación. Pero lo más insólito y horrible era algo que yacía al lado de la mesa, un cuerpo, tendido boca abajo, con un cuchillo hundido en la espalda. Era él, muerto.
Carlos lo miró bien y no se percató de que aquello era su cuerpo. Se colocó en cuclillas e intentó tocarlo: no pudo, sus dedos atravesaron la carne como si no existiesen. Sorprendido, y un poco asustado, dejó caer la copa; esta no se rompió, más bien atravesó el suelo como si fuese una cucaracha que le escapa a la luz, como algo que sale de escena hacia la nada.
Entonces una figura divina apareció en la sala. Vestía un trapo blanco y tenía unas sandalias aladas, así como el caduceo que sostenía su mano izquierda y el casco que ocultaba su cabellera marrón. De pronto, todo pareció aclararse. Una luz invadió el lugar y lo despertó de un terrible y estúpido sueño.
-Estoy muerto, ¿no?-preguntó Carlos al ser con cara de ángel.
-Sí. Tu esposa te mató.-dijo mientras lo miraba con ojos de pena.
Y ahí recordó todo. Su esposa. Celos. Un cuchillo que invita-siempre-al homicidio. Las manos de su mujer abrazando el arma. Sus tontas explicaciones y sus aún más tontos ruegos. Su espalda que se abría, hacía la muerte. Un largo letargo, una ventana gris, hasta hoy.
-Es hora de irte. Hace años que estas acá, mirando esa ventana. Creo que fue un lindo purgatorio, los hay mucho peores-volvió a decir el ser, agitando el caduceo.
-¿Qué sos?-preguntó Carlos, sin miedo.
-Soy Mercurio, el que lleva las almas a su destino final. Vení, no tengas miedo; mas o menos es como acá.
Carlos no tuvo miedo. Le agarró la mano al dios, sonriendo, y juntos atravesaron la puerta mientras la tormenta, afuera, arrasaba con todo.

Del blog
http://laberintosurbanos.blogspot.com/

Tratamiento de belleza
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Como elefante herido,
mi amor va buscando
un lugar oculto, distante, solitario,
secreto cementerio de marfil
A muchos kilómetros
el mismo mar te humedece,
el mar, mi sed, tu humedad.

Rodolfo Gainza


Fairy tales
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Encuentros y desencuentros en la neblina matinal.

Jardín botánico de Buenos Aires